"Una Visita al Doctor"

 por John Perez-Sampedro

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L

os  estadounidenses, siendo más pragmáticos que nosotros los latinos,  le llaman a los doctores en medicina, medical practitioners, es decir:  practicantes de medicina, porque en realidad eso es lo que hacen, practican con nosotros.    

 

En la antigüedad, los  médicos no podían cambiar de ocupación y sus hijos y  sus nietos, tenían  por ley, que ser  médicos también.  Por injusto que esto podría  parecer al ciudadano  moderno,  el caso es que por siglos,  los conocimientos médicos, al igual que el amor por la carrera, se pasaban con gran efectividad de padre a hijo.  

 

Hace unos días  durante una visita de rutina a mi médico primario, como le llaman en Los EEUU al médico de cabecera, me di cuenta que el nombre de paciente nos viene de perilla, porque mira que hay que tener paciencia en las consultas médicas.  Y no  me refiero sólo al tiempo que hay que  emplear  en las salas de esperas, sino a los chismes y  las descargas de mal gusto, que  tienes que aguantar  de los  pacientes comediantes, eso sin contar a  los que te gritan en el oído en ves de al celular.

 

Ganas no le falta a uno de levantarse  e irse,   pero  la alternativa  de  esperar otros dos meses por  un nuevo  turno  no es muy atractiva,     y al que piense que dos meses es mucho tiempo, que trate de hacer una cita con un especialista, que lo más probable es que se muera de otra cosa antes que  le toque  la cita.   Ah  y que no se le ocurra ir sin un referido porque o no lo atienden o termina pagando de su bolsillo.

 

Pero lo que nunca  he podido entender, es que  no  importa si no hay nadie esperando  delante de ti, en la sala de espera, de todas maneras tienes que esperar horas,  y  no importa  si llegamos por la mañana o por la tarde,  todo el mundo se va al mismo tiempo.

 

Finalmente cuando te llaman, después de pesarte y reprocharte que pesas 10 libras más que la última visita, te van procesando como si fueras parte de la digestión de una serpiente,  pasándote de cuartito en cuartito.  De esos llenos de rótulos informativos, en los cuales demostramos la razón de porque nos llaman pacientes.

 

Me di cuenta que los cuartitos estaban llenos de pacientes y yo que pensaba que iba a salir rápido de allí cuando no vi a nadie en  la sala de espera.  Pero  al menos   resolví   el   misterio   de  por qué            entraban a la consulta tantos  pacientes sin que nadie saliera, lo cual  me tenía intrigado y confieso que algo preocupado porque se oyen tantas cosas  morbosas y raras....

 

Por cierto, muchos  doctores  han reemplazado  los rótulos informativos que adornan los cuartitos de espera, por televisores con los cuales, para venderte   nuevas medicinas, te torturan sin cesar con  los síntomas de conocidas enfermedades.  Después de escucharlos por largo rato, (No tenía otro remedio)  quedé convencido de que padecía varias enfermedades  terminales. 

 

Finalmente, cuando ya estaba  a punto de  perder la paciencia, entró el doctor  me auscultó, me tomó el pulso, se limpió la garganta dos o tres veces,   expresó los conocidos  aha, aha, aha,  escribió algo en  mi archivo médico y   se retiró,  lo cual  me fue de gran alivio porque   hacía solo unos minutos,  gracias al poder persuasivo de la televisión,  contemplaba la posibilidad de tener lupus, cáncer del colon  y leucemia. 

 

Dejé la consulta sin saber que tenía o que no tenía.  Me fui convencido de que   los  médicos no hablan mucho y cuando hablan lo hacen en forma de clichés como los curas, quizás por miedo a  que le hagan alguna pregunta que no puedan contestar.   Pero me fui contento porque   no me dio ninguna receta.

 

Confieso que  le tengo más miedo al costo de la medicina que a la enfermedad,  aunque uno tenga seguro, porque los dichosos co-payments acaban  con uno.

 

Mientras  esperaba el elevador, recordé  un letrero en la consulta que advertía que el paciente tendría un recargo de 50 dólares si  no asistía a la cita.   Lo cual me pareció justo siempre y cuando  nos permitieran a los pacientes cobrar a los  doctores por el tiempo que nos hacen esperar  en las consultas.  En mi caso la cita era para las 10:00 AM  finalmente me vieron a las 12:45 PM ,aún cuando   la consulta en sí duró solamente 10 minutos.

No  hay duda que  las relaciones entre doctores y pacientes deben de ser  revisadas y en muchos casos  algunas cosas se podrían mejorar.  Por lo pronto yo  comenzaría por dejar de llamarle al  médico doctor y simplemente  le llamaría practicante. 

 

En cuanto a eso de que nos llamen pacientes lo encuentro  sarcásticamente inapropiado, yo cambiaría lo de paciente para impaciente lo cual por definición estaría más cerca de la realidad.

 

Mientras tanto, me he propuesto, no hacer otra cita al doctor, mejor dicho al practicante,  en mucho  tiempo, a no ser que lo haga en camilla, acompañado de sirenas y luces parpadeantes.