Terri Schiavo y el Derecho Individual
por John Pérez-Sampedro
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l caso de Terri Schiavo ha conmovido a millones de ciudadanos de todo el mundo. Todos nos hemos horrorizado ante la posibilidad de que lo mismo podría sucedernos a nosotros. Pero más allá de la empatía y las diversas opiniones sobre qué hacer en una situación como esa, el caso de Schiavo ha dividido la opinión pública norteamericana entre bien definidas filosofías éticas y religiosas.
Por un lado los que promueven la filosofía de pro-vida exigen que Schiavo continúe viviendo, porque según ellos, dejar morir de hambre a un cuerpo que podría aún contener la mente y el alma de un ser humano sería jugar a ser Dios.
En cambio los que apoyan el Pro-choice, es decir: el derecho a decidir por si mismo, argumentan que una vez que el cerebro cesa en sus funciones, el cuerpo vive en un estado vegetativo, el cual no tiene razón de continuidad.
De un lado está la desesperación de los padres de Terri aferrados a la esperanza de vida, apoyados por los conservadores y la Iglesia, y del otro la ley, basada en la ciencia moderna y en la proposición de que mantener vivo un cuerpo sin mente y supuestamente sin alma, no tiene sentido.
Pero la fascinación que el caso de Terri Schiavo ha causado a través del mundo, va mucho más allá del obvio conflicto filosófico de vida o muerte.
A través de esa maravillosa ventana que es la televisión, el mundo ha contemplado perplejo no sólo como funciona la separación de poderes en los Estados Unidos, sino más importante aún, el poder del derecho individual.
Cuando Terri Schiavo expresó ante testigos, su deseo de no ser mantenida en estado vegetativo, ese testamento vivo, esa expresión individual, está siendo protegida por las cortes norteamericanas, las cuales se hallan enfrascadas en una batalla constitucional, ante las presiones políticas del congreso y las poderosas influencias del presidente de la República y las del Gobernador del Estado de la Florida.
Por otro lado existe el peligro que las Cortes, y la ciencia médica crucen esa tenue línea que separa la definición de incapacitado de la de un estado vegetativo. Si eso sucede y es posible que ya halla sucedido en el caso de Schiavo, las decisiones de vida o muerte llevadas a cabo por los jueces y los médicos, nos podrían acercar peligrosamente a la filosofía nazi de buscar la perfección eliminando a los incapacitados, aún cuando no sea esa nuestra intención.
El caso Schiavo ha traído a la palestra preguntas interesantes, las cuales a su debido tiempo, tendrán que recibir respuesta de teólogos, juristas y legisladores.
¿Cuándo una persona está en un estado vegetativo? ¿Qué criterio se debe emplear para determinarlo? ¿Quién debe tomar la decisión?
Muchas de ésas preguntas se podrían interpolar con otros temas, tales como los embriones invitro, las placentas congeladas y otros que sin duda irán surgiendo producto del incontenible avance de la biotecnología moderna, la cual crea nuevas preguntas más rápido de lo que podemos encontrar respuestas.
Pero más importante aún, el caso Schiavo ha puesto de manifiesto el derecho individual derivado de la Constitución y de la Carta de Derechos. El derecho individual, expuesto en el caso es incompresible para los socialistas y para muchos que viven bajo la incertidumbre de leyes manipuladas a diario por el hombre fuerte de turno.
El caso Schiavo, ha servido para recordar a muchos que sobre ese derecho individual descansan la democracia y los derechos de la sociedad en pleno.
A diferencia del mundo sorprendido ante el misterio del caso Schiavo, para los hombres libres, de ayer y de hoy, el derecho individual ni es un misterio, ni un privilegio, sino un derecho inalienable del ser humano, el cual no debe tomarse por sentado, sino que hay que protegerlo de filosofías desnaturalizadas y de hombres sin conciencia, que ven en el derecho individual el único obstáculo que nos separa de la esclavitud.
Fin