"Comunismo: De Doctrina Inservible a Religion Mesianica"

Por John Perez-Sampedro

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L

as críticas que el nieto de Guevara, el Sr. Canek Sánchez Guevara y otros  están haciendo de  Castro y la revolución cubana, es  una prueba más de que el fin de la tiranía está cerca.   

Pero  estas críticas por parte de los ideólogos comunistas, estas acusaciones de que en Cuba no hay un verdadero comunismo, de que Castro nunca  implantó el comunismo en la Isla, hechas  por los mismos ideólogos que lo apoyaron desde un principio, vienen demasiado tarde, 45 años muy tarde.

 El nieto de Guevara  refiriéndose a la revolución  en Cuba, declaró  recientemente:

La revolución parió una burguesía, aparatos represivos dispuestos a defenderla del pueblo y una burocracia que la alejaba de éste.  Pero sobre todo fue antidemocrática por el mesianismo religioso de su líder”  

 Y yo le pregunto al Sr.  Guevara: ¿Acaso los calificativos de  burguesía, aparatos represivos, burocrático, antidemocrático y sobre todo lo de  mesianismo religioso, no aplica a todas las revoluciones comunistas y sus líderes desde Lenin.?

 ¿Acaso no   vivieron  como burgueses inspirados por el  mismo mesianismo religioso  que  Ud. parece aplicar  solamente  a  Castro.?

¿Acaso No aplican  estos calificativos a los asesinos en masa Vladimir   Lenin, Leon  Trosky, Joseph Stalin, Mao Tse tun, Ho Chi Min y a todos los líderes comunistas sin excepción incluyendo por supuesto a Fidel Castro?   

Todos ellos, desde el comienzo del  comunismo en Rusia, se dieron a la tarea de   robar, asesinar y  vivir bajo la máxima de que :  “El fin justifica el  método.” la cual  los ha  perpetuado en el poder.

 ¿Acaso usted  Piensa, como lo hacen algunos cubanos liberales  de Miami, unos por   incapacidad mental  y otros porque han sido infectados con el  virus del  mesianismo, que  cada uno de esos líderes traicionaron la revolución cuando no implantaron  el  “comunismo científico” de Carl  Marx,    ese que estos hombres desajustados llaman  el “verdadero”,  el del  manifiesto?  

Ese que Lenin modificó antes de implantarlo  en Rusia  porque se dio cuenta   que  era tan  inaplicable que no podía funcionar sin “ajustes”. 

 La proposición de Marx  de que el producto final del “comunismo científico”  se lograría cuando el proletariado  alcanzara  la completa igualdad a  través del consumo igualitario   y en ese proceso, el Estado como tal  dejaría de existir,  no fue aceptada por Lenin,  ni por nadie, porque  tal como la había concebido   Marx, el llamado “comunismo científico” no era más que una idea simplista,  basada en una proposición inaplicable.     

Lenin,  un hombre ambicioso  e inteligente pero sin escrúpulos, se dio cuenta de que el Manifiesto, ignorado por inservible  por más de 80 años, era una propuesta irrealista,    porque la supuesta ciencia del manifiesto descansa exclusivamente en la suposición  de que  el capitalismo está destinado a  perecer, cosa que le pareció descabellada a  Lenin.       No obstante eso,   se dio cuenta  que  con  los ajustes  necesarios  podría  servirle para mover las masas y perpetuarse en el poder.  Fue entonces que  le añadió al “Manifiesto” el ingrediente que le faltaba:  “El Partido Comunista”,  liderado por  un primer secretario  todo poderoso: Lenin,  por supuesto.

 Yo propongo que el infantil  Manifiesto   creado quizás con buenas intenciones por  un hombre de cuestionable  lucidez,  todavía  estuviera  olvidado y cubierto de polvo en alguna  biblioteca,  si no hubiera sido por  los ajustes que  Lenin le hizo.

El comunismo, ya sea marxista o leninista, no es una utopía como le han llamado erróneamente a través de los años, porque nadie quiere ser un clone y todos tenemos  preferencias  de consumo.

La gran ironía es que después de causar más de 100 millones de muertos,  el comunismo  es una proposición  inservible que no se ajusta  a la realidad de que no somos iguales y de que:   “el  que reparte y reparte  se queda con la mayor parte”

 Yo propongo que el verdadero comunismo fue el que creó Lenin,  el  mismo que han practicado  todos  los que siguieron sus pasos  y   aún  cuando  hubieran podido lograr  la igualdad, controlando   el consumismo,  el  Estado jamás  desaparecería, porque siempre  habrá la necesidad de un supervisor que tomará su lugar aunque  le llamen  otra cosa. 

 El comunismo, el de Lenin, el verdadero, el que conocemos todos, el que  millones de jóvenes inmaduros y  soñadores  en todo el mundo,   luchan por implantarlo con un fervor  mesiánico religioso,  no fue creado para mejorar, sino   para engañar al hombre y  mover las masas, pero sobre todo, para perpetuar  a unos pocos en el poder.

 Afortunadamente, el comunismo lleva consigo una bomba de tiempo autodestructiva y por una de esas ironías del destino, es él  precisamente y no el capitalismo, el que está destinado a perecer, porque como sucedió  con la Unión Soviética y con todos los pueblos donde se ha implantado,  se autodestruye,  tratando  de crear una sociedad robótica, inaceptable para el hombre  moderno.

Después de la caída de la Unión Soviética,  los  hombres que trabajaron  en la industria  de la  propaganda y la represión, tanto en Rusia como en sus áreas de influencia,  se encontraron desempleados, hasta que  descubrieron que   infiltrando  las  universidades, las  organizaciones obreras y  los  gobiernos, podían continuar   laborando con éxito  en lo que siempre se destacaron con excelencia:  La desestabilización, el  chantaje  y la  desinformación. 

Ahora, los comunistas    pretenden lo insólito: revivir  la misma doctrina fracasada creada para los trabajadores por Marx, un hombre que nunca trabajó, perfeccionada por Lenin,  un  ambicioso asesino que creó la burguesía del proletariado y finalmente rechazada por los mismos que la implantaron  por primera vez:  los rusos.

 El fracaso del comunismo en la Unión Soviética seguido del holocausto cubano y norcoreano ha  obligado a los comunistas a crear  el mito de que ni los  mesiánicos dictadores, ni sus revoluciones  han sido  realmente  comunistas, así  es que según ellos, habrá que comenzar a experimentar de nuevo.

Pero nadie describió  mejor la evolución  mental del hombre hacia el  comunismo que  Sir  Winston Churchill  cuando dijo:  “El que llega a los 20 años y no es liberal,  no tiene corazón y el que llega a los 40 y no es conservador,  no tiene cerebro”. 

E

l comunismo fracasa porque no produce riquezas,  y  le quita a los que la producen para darle a los ociosos que trabajan en los mecanismos represibos.  Esos  que  protegen a los dirigentes de la ira de su propio pueblo.

En cambio el  capitalismo democrático,  premia el esfuerzo individual a través de la acumulación de la riqueza, pero provee a los necesitados a través de impuestos, los cuales financian  ayuda y  proyectos sociales.

 Mientras el  comunismo es un sistema dogmáticamente rígido no proclive a cambios, el capitalismo democrático por el contrario, evoluciona y   mejora constantemente,   respondiendo    a  las  justas  demandas   del  proletariado moderno.    Por tal motivo, la máxima marxista:

“De cada uno de acuerdo a sus capacidades y a cada uno de acuerdo a sus necesidades” aplica mejor al capitalismo democrático que al comunismo, porque la    justicia social, como se ha demostrado en las sociedades modernas, se puede alcanzar con mas eficiencia  a través de un sistema de libre empresa y democracia plena, la cual  produce riquezas sin restricciones.

 Sí Sr. Canek Sánchez Guevara,  Castro sí es comunista y  en Cuba sí  se práctica el verdadero comunismo. 

Su descripción de Castro y la revolución comunista  cubana es correcta, pero su intención y la de otros, de  hacer  creer que  lo que se practica  en Cuba no es el verdadero comunismo, no es más que   un  intento desesperado  de  mantener viva una  doctrina  que nunca debió haber sido. Un intento desesperado y perverso de  esconder la realidad del fracaso  de una doctrina, la cual  se ha probado hasta la saciedad, que ni produce riquezas,  ni ofrece  beneficios al proletariado, sino  únicamente a la pandilla de burgueses cupulistas.  Esa  que a través de ella, viven disfrutando sus privilegios   perpetuados  en el poder.